Publicado en ElDesconcierto.cl / Por: Claudia Oliva | 23.05.2023
El llamado a las universidades chilenas es a responsabilizarse no solo por asegurar la progresión académica de los estudiantes, sino también por generar y/o fortalecer programas de apoyo para la transición al mundo del trabajo.
Una de las metas de Desarrollo Sostenible para 2030, de acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas (2023), es acrecentar el número de jóvenes con las competencias necesarias para acceder al empleo y el trabajo decente. Este imperativo global desafía a las instituciones de educación superior en el mundo y nuestro país no está ajeno a esa tarea.
En Chile, las universidades concentran el 57,5% del total de titulados (SIES, 2022), lo que, atendiendo a la diversidad de trayectorias vitales de los jóvenes, las ha empujado a generar programas de apoyo y acompañamiento desde el acceso hasta el proceso de graduación. Al respecto, ¿qué están haciendo las universidades para asegurar la incorporación al mundo laboral de los jóvenes, de acuerdo con los lineamientos de la ONU para una educación de calidad?
La transición al mundo laboral representa un periodo crítico para los jóvenes, en el que la percepción de ajuste entre la formación recibida y el trabajo tienen un papel importante; así lo muestra un estudio internacional de Grosemans y colaboradores, de 2017. Algunos jóvenes pueden no estar o no sentirse preparados para el mundo del trabajo o simplemente no encontrar una ocupación; lo que obliga a preguntarse por la formación que han recibido.
Este escenario podría desencadenar cambios importantes en las competencias profesionales que a su vez serían potencialmente significativos para la experiencia de los jóvenes en la universidad. Y es que, en efecto, según la investigación citada, gran parte de los conocimientos, habilidades y actitudes desarrollados durante su formación no se ajustarán del todo a los requisitos que plantea el mundo del trabajo.
Lo anterior tiene diversas repercusiones para las universidades. La transición desde la educación superior al mundo laboral puede considerarse como un proceso que comienza con la formación y continúa tras la graduación, hasta que los titulados se establecen en un determinado puesto de trabajo (Nicholson, 1990). Desde esta perspectiva, las universidades se verían tensionadas no sólo por el hecho de tener que asegurar prácticas profesionales para sus estudiantes, sino también por el deber de resguardar que sus graduados se integren a un contexto laboral pertinente a la carrera o programa cursado, que es, finalmente, el propósito de su quehacer formativo.
Desde otro punto de vista, en Chile, la Comisión Nacional de Acreditación (CNA, 2023) ejerce presiones exógenas a las universidades con el objetivo de que estas puedan demostrar indicadores sistemáticos de progresión estudiantil, siendo las tasas de titulación y empleabilidad unas de las más relevantes. Aunque para las instituciones universitarias es prácticamente imposible evadir la rendición de cuentas ante la CNA para asegurar una “nota” de calidad frente a la sociedad, no queda claro cómo se están reportando los impactos de la formación universitaria luego de la graduación, más allá de los indicadores de empleabilidad.
En Chile existe escasa evidencia sobre cómo experimentan el proceso de transición al mundo laboral los jóvenes profesionales. Un estudio nacional, realizado por Vergara y Gallardo (2019), señala que tienen una aproximación muy heterogénea hacia el contexto futuro, aun encontrándose en un mismo escenario institucional, lo que evidencia estados subjetivos dispares respecto de sí mismos y sus proyecciones.
Tanto la evidencia científica, como los imperativos asociados al derecho a la educación y al empleo provenientes de organismos internacionales como la ONU, están indicando que la transición e incorporación al mundo laboral de los jóvenes requiere atención por parte de las instituciones de educación superior, en especial las universidades. Hoy, en tiempos de crisis social, política y económica, de incertidumbres como la automatización, la formación de profesionales que el país requiere, y el aseguramiento de empleos decentes que le den sentido a los estudios universitarios, representan un desafío enorme.
¿Lo están abordando con la urgencia y complejidad debidas nuestras instituciones universitarias?
El llamado a las universidades chilenas es a responsabilizarse no solo por asegurar la progresión académica de los estudiantes, sino también por generar y/o fortalecer programas de apoyo para la transición al mundo del trabajo, tomando como base el principio de responsabilidad social universitaria, y resguardando.
Por tanto, que los jóvenes logren integrarse a espacios laborales pertinentes que les den la posibilidad de desarrollarse armónicamente en contextos cada vez más dinámicos, inciertos y retadores. No olvidemos que estos jóvenes y sus familias depositaron en la enseñanza superior universitaria expectativas, esperanzas y proyectos de una vida mejor.
Psicóloga organizacional, magíster en Psicología Educacional y estudiante del programa de Doctorado en Educación de la PUC.